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El tema de España y la filosofía (pag. 2)

Ortega y Gasset



José Francisco Alonso Suárez (31 de mayo de 2000)

Aproximación a Ortega



La motivación del filósofo frente al carácter de su conocimiento proviene de la actitud nativa y espontánea de la mente humana frente a la vida, la mente humana no puede estar carente de una perspectiva íntegra del mundo en torno a sí, necesita, ya sea «confusa o claramente», vivir hacia el mundo de forma completa. Dado que el ser humano al vivir trata con el mundo y se ocupa en él, le es materialmente imposible, por forzosidad psicológica, renunciar a disponer de una noción completa del Universo. Ortega ve en esta necesidad o forzosidad el carácter fundamental de la filosofía, la filosofía a lo largo de su historia ha tratado de formular un «conocimiento del Universo, entendamos un sistema integral de actitudes intelectuales en el cual se organiza metódicamente la aspiración al conocimiento absoluto» (18).

Ahora bien, en la dirección señalada, la filosofía es, en letras mayúsculas, el «esfuerzo intelectual» por excelencia, lo es porque el filósofo efectúa un tipo de conocimiento que encierra una actitud teorética carente de practicismo alguno, en otras palabras, la filosofía no brota por razón de utilidad práctica sino porque es constitutivamente necesaria al intelecto humano. El filósofo al encontrar que al mundo le falta su integridad, que en él hay ausencias, afronta tales ausencias con sobrehumano esfuerzo. Para ello no puede partir de creencias previas, así sucede que el filósofo se rige por un principio lógico y metódico de autonomía, un principio que repliega al filósofo sobre sí mismo para luego intentar llevar a cabo su afán intelectual de abarcar el Universo, es por ello que «la ocupación primera de la filosofía tenga que ser crítica de los principios de todas las opiniones que valen como últimas y fundamentales, sea en la ciencia, sea en la conciencia pública» y continúa diciendo «el pensamiento filosófico, teniendo como ocupación única y permanente asegurar la solidez del principio, tiene que estar siempre buscando un principio más principio detrás del recibido; o lo que es igual: que la filosofía camina siempre hacia atrás, que se va siempre retirando. En toda nueva instauración de la filosofía se da, pues un paso hacia atrás» (19).

Ahora bien, dicho esfuerzo no se presenta por igual a un mismo nivel o «en idéntico repertorio» a lo largo de la historia, ello es debido a que la filosofía está sujeta a la temporalidad de la vida humana, a su existencia y a su cambio. El acto psíquico a través del cual acontece la filosofía tiene una historia y el supuesto mínimo de la historia es que el sujeto es comprendido con sentido, ya que posee en su estructura racional aspectos de verdad. Toda generación humana comprende una variedad o tipo humano que se encuentra dotado de ciertas características, razones y preferencias nativas, así cada generación parte de supuestos más o menos distintos, lo que significa que el sistema de verdades, supuestos y valores de cada generación tiene una dimensión histórica, es relativo a cierta cronología humana. Ahora bien, en cada momento presente conviven tres tipos diferentes de generaciones, cada una de ellas se encuentra adscrita a un tiempo de nacimiento, maduración y decadencia, esta adscripción de la vida de cada cual, de cada individuo humano, a una generación implica cierta fatalidad que, por lo pronto, determina la definición de su vida, es así que la fatalidad forma parte de la anatomía de la vida humana y se articula de distinto modo dentro de la vida de cada cual constituyendo una fracción del ambiente del que forma parte y donde coexiste con el resto de los hombres. La constitución y articulación de este ambiente posibilita el hecho del cambio histórico. Desde estos supuestos (20), Ortega, analizó un momento determinante de la historia de la filosofía, aquel donde «la filosofía había quedado reducida, o poco menos, a la teoría del conocimiento» (21).

Ortega consideró como causa de este estrechamiento de miras filosóficas en el siglo XIX la ruptura que los filósofos de tal siglo efectuaron con respecto a la anterior generación. Dicha ruptura supuso una transformación del ejercicio de la actividad filosófica como consecuencia del imperante reinado de las ciencias en el ambiente intelectual de la época, así sucedió que la filosofía se encontraba «aplastada, humillada por el imperialismo de la física y empavorecida por el terrorismo intelectual de los laboratorios. Las ciencias naturales dominaban el ambiente y el ambiente es uno de los ingredientes de nuestra personalidad, como la presión atmosférica es uno de los factores que componen nuestra forma física» (22). Las ciencias, en el sentido general del término, constituyeron a partir de finales del siglo XVIII un tipo de conocimiento que aparte de tener cualidades teóricas, también disponían de una evidente practicidad para las «conveniencias vitales» del hombre, al acomodar el mundo a las exigencias humanas.

El filósofo del siglo XIX, sumergido en este ambiente de auge de las ciencias naturales, al no poder resolver sus cuestiones según el método científico, renunció a la filosofía poniéndose al servicio de las ciencias como teoría del conocimiento científico. Mas, contra lo que cabía suponer, mientras los filósofos exaltaban su culto a las ciencias como modelo de conocimiento, los científicos de principios del siglo XX, siguiendo el análisis de sus propias teorías, concluyeron que su conocimiento era una forma inferior de conocimiento, a saber, un conocimiento meramente simbólico del mundo y, por lo tanto, insuficiente. Como resultado de dicho análisis, Ortega concluye que ha «sido vergonzoso que después de tanta teoría del conocimiento fabricada por los filósofos tuvieran que encargarse los físicos mismos de dar la última precisión al carácter de su conocimiento, y revelarnos que lejos de representar la ejemplaridad y prototipo del conocer es, en rigor, una especie inferior de teoría, distante del objeto que intenta penetrar» (23).

Los científicos, forzados a pisar terreno filosófico al tener que justificar el ejercicio de su actividad y el conocimiento resultante de ésta, ahora concluían que la verdad científica es inexacta e incompleta ya que su objeto de conocimiento es parcial, no se basta a sí mismo, no es íntegro. Y, sostiene Ortega, el hombre de ciencia necesita al vivir, al igual que cualquier tipo de hombre, de una verdad integral. La ciencia nuevamente modificaba el ambiente y los supuestos de los que participaban los filósofos e incitaba a éstos, en el primer tercio del siglo XX, a plantear plénamente el ejercicio de su actividad. Los filósofos que, en el siglo anterior, habían sido infieles a su condición, retornaban ahora sobre la misma filosofía con la intención de formularla en el más amplio de sus sentidos.

Desde esta perspectiva inicia Ortega su análisis de la filosofía, su significado y función dentro de la cultura del siglo XX. Su curso ¿Qué es filosofía? es la materialización de un intento por abordar filosóficamente la propia filosofía, tal intento, fruto de una investigación encaminada al ámbito de lo público, no fue editada a lo largo de su vida, en cambio lo fue póstumamente en base a las notas que preparó para realizar el curso, por ello formula Julián Marías (24) que este curso entraña una contradicción personal en Ortega. Sin entrar de lleno en esta cuestión, el texto se ajusta a la lógica editorial de las publicaciones póstumas de las notas preparatorias de los cursos y conferencias de Ortega, como así sucede con otras de sus obras, como por ejemplo ¿Qué es conocimiento? y Sobre la razón histórica. En todas ellas el carácter docente con que fueron planteadas las lecciones, le dan al texto un grado de accesibilidad fruto del esfuerzo de Ortega por comunicar a su solícito auditorio el análisis y las conclusiones de su investigación. Una investigación que trata de abordar el nuevo sentido con que Ortega intenta establecer los márgenes del ejercicio de la actividad filosófica. Para ello plantea «la cuestión» más esencial de todas. ¿Qué es filosofía? es de todas las cuestiones la más reverente, la que todo filósofo debe preguntarse no por pura formalidad, tampoco por débito intelectual frente a la funcionalidad de su actividad y, por supuesto, no como cuestión de vaga generalidad o de introducción para aquellos que se inician en el pensamiento filosófico.

Esta cuestión encierra un planteamiento de estricto «tecnicismo filosófico» ya que analiza onsecuentemente el centro mismo de la filosofía, su fundamental justificación vital e intelectual, aquello que da razón de la filosofía y resuelve la cuestión del acto filosófico. La respuesta a esta pregunta se efectúa desde la misma filosofía, es a su vez filosofía al mismo nivel de sí misma, quizás, por ello, Ortega plantea que lo primero que encuentra es al filósofo filosofando, ejercitando su reflexión sobre sí. Desde este planteamiento Ortega establece la articulación general de sus lecciones. He dicho articulación mas no argumentos pues éstos en cambio son muchos y extensos tanto en profundidad como en intensidad intelectual. Ahora bien, con esta articulación Ortega muestra que la filosofía requiere de un proceso de análisis, o quizás sea mejor decir de un proceso de auto-análisis, que de forma rigurosa el filósofo establece como «ruta mental» que habrá de resolver las cuestiones propias de su ejercicio intelectual. Ortega mostró su ruta intelectual ante su expectante auditorio, un camino que visualizó como la espiral que permite aproximarse al centro de la cuestión sin perder de vista el núcleo del problema, lo que llamó «el método de Jericó». Con dicho método Ortega desarrolló en grados distintos la filosófica cuestión con la que tituló su curso. Cuatro son los grados o giros explícitamente enunciados por Ortega en torno a la cuestión ¿Qué es filosofía?.

Un primer giro o aproximación se encuentra en las lecciones I hasta el 2º párrafo de la lección IV, desde aquí efectúa el segundo giro que comprende hasta el párrafo 11º de la lección VI. El tercer giro abarca desde el párrafo 11º de dicha lección hasta el párrafo 7º de la lección IX. El cuarto y último giro comienza desde el párrafo 7º de la lección IX hasta la última lección, la XI. A lo largo de esta ruta intelectual, Ortega efectúa su formulación del concepto «filosofía», una formulación que pretenden superar aquellas otras determinadas por antiguos conceptos pero con la intención de reformularlos con nuevos sentidos, así entiende Ortega que si «nuestro pensamiento no repensase el de Descartes, y Descartes no repensase el de Aristóteles, nuestro pensamiento sería primitivo -tendríamos que volver a empezar y no sería un heredero. Superar es heredar y añadir. Cuando digo que necesitamos conceptos nuevos me refiero a los que tenemos que añadir -los viejos perduran, pero con un carácter subalterno» (25).


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