EL PODER DE LA IMAGINACION Y LA FECUNDIDAD DEL ENTENDIMIENTO
EN El EXAMEN DE INGENIOS PARA LAS CIENCIAS DE JUAN HUARTE DE SAN JUAN
(Sobre el origen hispano de la filosofía moderna)
| Introducción |
1. Huarte y la filosofía moderna |2.
Naturaleza e ingenio|3.
Imaginación: reminiscencia y sentido común|4.
La prudencia de la carne: la destreza y la gracia|5.
Las acciones del entendimiento|6.
Trascendencia de la voluntad racional|7.
El bruto y el ángel |
Introducción
Juan Huarte de San Juan (h. 1529-1588) ha sido uno de los autores hispanos
más traducidos y editados fuera de nuestras fronteras. Fue médico de
Baeza y Linares. Su familia había emigrado a las tierras ásperas y duras
de Jaén, buscando mejor fortuna, desde el pueblecito navarro de San
Juan del Pie del Puerto. Y debe su gloria a esta única obra: El Examen
de ingenios para las ciencias (Baeza, 1575) (1).
Gracias a este tratado anticipador, su autor se convirtió en uno de
los grandes exorcistas del humanismo, en un espantador renacentista
de los diablos medievales, en uno de los primeros naturalistas de la
modernidad, en un genial precursor de la psicología moderna, en un gran
desmitificador del mundo, y, en fin, en un modelo de racionalidad, aplicada
al estudio de las capacidades mentales humanas, la índole de su diversidad,
y su relación con las carreras y las profesiones. O sea, que el Examen
se convirtió en un modelo del nuevo espíritu científico moderno, porque
su autor renunciaba a recurrir a las causas trascendentes o sobrenaturales,
y a la complicada y abstracta jerigonza de la ciencia escolástica, en
beneficio de la observación, la revisión crítica de la lección de los
clásicos, la formulación de hipótesis mecánicas e inmanentes, y el análisis
de los hechos físicos.
El Examen tiene para nosotros un gran valor, pues prueba que
la formación científica -racional y empírica, a la vez- se inició en
España un siglo antes que en el resto del continente, y pone de manifiesto
la raíz hispana de muchas de las ideas que cristalizarán en los grandes
tratados filosóficos y científicos de los siglos siguientes. Como Vives,
quien seguramente influyó en nuestro autor, como Gómez Pereira, como
Francisco Sánchez el Escéptico, Huarte fue un brillantísimo cultivador
del "verbo de la emancipación filosófica" (2),
pero, a nuestro juicio, con una ventaja sobre dichos autores, Huarte
no utilizó la letra escolasticista del latín, sino, como Pedro Simón
u Oliva Sabuco, el castellano vivo de su tiempo, modelando éste como
vehículo de comunicación racional. Al utilizar como medio de expresión
científica el idioma que hablaban sus contemporáneos, Huarte ensayó
una admirable síntesis entre la cultura universitaria y el mundo de
la vida, renunciando al elitismo y aislamiento de aquélla, a favor de
una finalidad divulgadora, que conectaba el saber recibido con el sentido
común de la emergente clase urbana de su época.
El aspecto revolucionario del Examen no pasó desapercibido a
la Inquisición. Los motivos doctrinales de ésta pueden inferirse fácilmente
a partir de los párrafos y textos expurgados. En general, lo que molestó
al inquisidor fue que Huarte intentara probar la continuidad sustancial
entre cuerpo y alma, entre naturaleza y espíritu, pues con ello ponía
de manifiesto la dependencia causal de lo psíquico respecto a la naturaleza
física y animal del hombre. Téngase en cuenta que el asunto mismo del
tratado es la importancia condicionante del temperamento en la vida
científica y moral. Y no gustó al censor que Huarte atribuyera cierta
inteligencia y vida moral a los animales, escandalizándose por que considerara
al entendimiento como una potencia orgánica.
Conste que Huarte fue un convencido católico y un buen cristiano, su
fe no era ni dudosa ni tibia, pero para el autor del Examen la
inmortalidad del alma no podía inferirse en el plano de la filosofía
natural, tampoco su mortalidad, sino que pasaba a ser, como luego para
Kant, una cuestión de fe. Sin embargo, tampoco debió agradar a las autoridades
eclesiásticas que Huarte se mostrara escéptico con respecto a los milagros,
pues había dejado escrito que, una vez creado el mundo, Dios se atiene
a las condiciones naturales que le ha impuesto, como orden y concierto
necesario que Él mismo decidió.
No es verdad que el Examen, como dijo Menéndez Pelayo, sufriera
una "muy benigna expurgación" (3):
la Inquisición eliminó párrafos muy importantes de la obra y censuró
todo el capítulo VII, "donde se muestra que... el ánima racional ha
menester el temperamento..." (4).
Por supuesto, el contenido científico de la obra ha quedado anticuado.
Su sistema es insostenible, y su propensión al reduccionismo materialista
podría haber hecho razonables las objeciones del inquisidor, si éste
las hubiera manifestado dialécticamente, en lugar de hacerlas efectivas
a tijeretazo limpio. Puede que la sabiduría de Huarte haya quedado científicamente
obsoleta, como la física en la que se fundaba, que era la mejor de su
tiempo, pero las excursiones que el autor se permite por el dominio
de las hipótesis y la paradoja, la sutileza de muchos de sus análisis,
la agudeza de sus observaciones psicológicas, pedagógicas, filosóficas,
y la incomparable belleza de su prosa, bastan y sobran para que siga
siendo interesante su lectura y estudio, y merezca el respeto y el esfuerzo
de la interpretación contemporánea. Así lo comprendió Noam Chomsky al
citarle como precursor del curso específico seguido por la teoría lingüística
en la época moderna, esto es, como anticipador de su propio innatismo
racionalista. Chomsky piensa que el doctor Huarte fue el primero que
consideró al ingenio humano como una potencia generativa y fecunda,
y nos reveló en su Examen la capacidad creadora de la imaginación poética
(5).
La importancia histórica de este tratado es indiscutible. Juan Huarte
fue el creador, por lo menos, de tres ciencias nuevas: la psicología
diferencial, la orientación profesional y la eugenesia. Como creador
de una clasificación de las ciencias basada en las potencias del alma
racional, en el sujeto cognoscente y no en el objeto, algunos le han
señalado como un claro antecente de Bacon, del que éste habría sacado
su propia clasificación (6).
Sea o no cierta esta influencia directa, nos resulta evidente la relevancia
de las ideas de Huarte en el campo más teórico de la epistemología y
la psicología racional, y aún la pertinencia actual de sus formidables
intuiciones, algunas de las cuales, quizá, no han sido todavía desarrolladas
cumplidamente.
El método de Huarte es estrictamente moderno: una argumentación racional
que se da por contenido la experiencia natural. Por cierto, que en el
último capítulo de la edición príncipe (pg. 333), Huarte utiliza la
palabra "ensayo" con el sentido de experimento. Antes que Galileo, Huarte
razona desde un nuevo paradigma que recrea la analítica y la dialéctica
de los griegos, a los que cita crítica y originalmente, aunque eche
mano también secundariamente de la retórica de Cicerón o del saber de
Galeno. Su papel como precursor de la frenología de Gall (quien le cita
expresamente), o del pensamiento naturalista de Cabanis, está fuera
de duda. Así como su influencia en el perfil psicológico de que Cervantes
dota a su ingenioso hidalgo don Quijote, demostrada por Salillas (7).
También es conocida la influencia que Huarte debió ejercer en la obra
de Lessing, pues éste preparó su versión alemana y presentó para su
doctorado una disertación sobre el doctor Huarte y su libro. Y, en fin,
su huella es perceptible en una gran multitud de lingüístas, preceptistas,
pedagogos y filósofos, algunos tan cercanos a nosotros como Schopenhauer
o Nietzsche.
Nuestra intención es, justamente, poner de manifiesto la pertinencia
filosófica de una parte importante de la obra del médico de Baeza, desvelando
y aclarando su conexión con el pensamiento moderno y sus profundas analogías
con el criticismo kantiano, especialmente con respecto al papel trascendental
que ambos autores reconocen a la imaginación y al poder productor del
entendimiento. No renunciamos a una interpretación reconstructiva de
aquellas sugestiones del Examen que todavía resulten útiles o puedan
ser aplicadas a los problemas filosóficos y a los desafíos teóricos
de nuestra época (8), injertando
la vieja savia de su sabiduría en las venas del pensamiento vivo.
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Introducción|1.
Huarte y la filosofía moderna|2.
Naturaleza e ingenio|3.
Imaginación: reminiscencia y sentido común|4.
La prudencia de la carne: la destreza y la gracia|5.
Las acciones del entendimiento|6.
Trascendencia de la voluntad racional|7.
El bruto y el ángel |
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José
Biedma, doctor en Filosofía
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